Tengamos cuidado de no renunciar a ningún principio teológico básico. No renunciemos al gran principio de la inspiración plenaria debido a las dificultades que se planteen. Quizá llegue el día en que estas se resuelvan. Mientras tanto, podemos estar seguros de que las dificultades a las que se enfrenta cualquier otra teoría son diez veces mayores que aquellas a la que se enfrenta la nuestra. En segundo lugar, falsificamos la Palabra de Dios cuando planteamos afirmaciones doctrinales equivocadas.
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